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La Real Academia de la Lengua define la palabra empatía como el sentimiento de identificación con algo o alguien, o la capacidad de identificarse con el otro y compartir sus sentimientos. Dicho de una forma más coloquial, es ponerme a la par del otro, al nivel del otro. En nuestra relaciones humanas, de pareja, con los hijos, los amigos y por supuesto con el entorno laboral, no existe una mejor actitud de reconciliación y soporte, y no sólo para la resolución de un conflicto, incluso para demostrar apoyo o compañía, a veces sólo basta sentir al otro sentado a mi lado.
Dicho esto, cómo no trasladar la importancia de la empatía al trabajo, lugar o espacio en el que muchos pasan la mayor parte de sus días. Empatía corporativa puede definirse como la comprensión mental y emocional de las experiencias de los compañeros de trabajo, clientes o proveedores, para lograr acciones en pro del bienestar de todos. Esto se refiere a esa capacidad de entender que todas las personas que allí trabajamos o con quienes nos relacionamos por alguna razón, no perdemos nuestras vidas, nuestra identidad personal, nuestras creencias o nuestra esencia, al ser parte de esta u otra compañía.
No existe un solo ser humano que todos los días irradie felicidad, como tampoco existe aquel que el ciento por ciento de los momentos esté amargado. Y en ese entendimiento hace su magia la empatía. Es entender que las personalidades, las ideas, las costumbres, las edades, los géneros, los conocimientos, las experiencias, las perspectivas, las ambiciones, los miedos, las frustraciones, los objetivos, los estados de ánimo y la vida íntima de los demás, son absolutamente distintas de las mías. No es una acto de aceptación en sí, es un acto de comprensión, porque muchas veces estaremos en desacuerdo, pero no por esto juzgo, califico o deshecho a los demás.
Las relaciones de calidad en el trabajo son vitalmente necesarias. Nadie sobrevive en un entorno hostil o de maltrato. Y muchas veces las organizaciones o marcas pierden grandes talentos por su incapacidad de incidir en la formación positiva de seres humanos, más que en las competencias de simples proveedores o trabajadores. Antes de ser operarios, terceros, jefes de área, proveedores, líderes, o gerentes, SOMOS PERSONAS. Y las personas requerimos motivación, respeto, apoyo, solidaridad, atención y reconocimiento en nuestros oficios.
Algunos de los beneficios clave de hacer de la empatía, una política organizacional, en cualquier empresa, de cualquier sector y sin importar su número de colaboradores o fuerza de venta, son las siguientes:
– Es una base estructural de la confianza. La empatía permite preocuparse verdaderamente por la vida de los demás, sin inmiscuirse por supuesto, pero si teniendo en cuentas sus preocupaciones o situaciones particulares. El colaborador o emprendedor nunca tendrá la necesidad de mentir o inventar excusas para justificar una falta o error. Comunicará su realidad, sin miedo a nada.
– Crea un ambiente colaborativo. Cuando las personas sienten que sus ideas, opiniones o desacuerdos son tenidos en cuenta, están más dispuestas a colaborar y trabajar hacia objetivos y soluciones comunes.
– Aumenta la satisfacción en las labores. Si en mi desempeño encuentro oportunidades de mejora y crecimiento, valoran a partir de mis resultados mi propio desempeño, y me tienen en cuenta y me respetan, lo más seguro es que despliegue todo mi esfuerzo y no esté en la búsqueda permanente de otras acciones.
– Sin duda alguna, mejora la productividad. Un individuo motivado, produce más y mejor. Está abierto a la innovación, activa su creatividad y es más proactivo. Su rendimiento aumenta y seguramente asumirá con toda el entusiasmo nuevos retos.
– El vendedor, emprendedor o colaborador se convierte en el mejor relacionista de la marca. Es tal su satisfacción que no duda en recomendar los servicios o productos de su empresa. Se convierte en un posicionador innato que hace de su empresa una marca personal, digna de divulgar en todos sus entornos.
La empatía es un valor del que se habla mucho, pero se profundiza poco. A veces los números, los resultados y las cifras son lo único importante. Pero vale la pena preguntarse si quiénes logran esos resultados o quienes alcanzan esos objetivos están realmente satisfechos, más allá de los sueldos, las instalaciones o los beneficios que la empresa les provee. En muchos sentidos, la riqueza y seguridad emocional mueve a las personas hacia grandes acciones.